jueves, 26 de marzo de 2009

Un final que es el comienzo...

La elaboración de un plan estratégico, de cualquier tipo, cuando llega a su fin supone en sí un hecho importante. Conseguir aunar la voluntad de un grupo de personas, poner de forma explícita lo que pretenden conseguir como equipo y cuáles son los pasos que darán para ello es, a mi modo de ver, un logro extraordinario y una fuente de ilusión. Quizá porque vivimos tiempos de individualidades, de ambiciones personales, de egoismos ciegos. Y quizá por eso me conmueve, porque un plan significa la ilusión colectiva por un futuro colectivo mejor, porque consiste en el ejercicio previo que nos asegura que podemos superarnos, que podemos superar nuestras limitaciones como personas y como sociedad.
Pero un plan finalizado, el fin de un trabajo es a la vez el comienzo del camino de su ejecución, de su puesta en marcha... Y como se suele decir: un buen plan mal ejecutado es, en definitiva, un mal plan... Por eso, no perdamos fuelle, mantengamos la ilusión por poner en práctica nuestros sueños, no desfallezcamos en el intento..., tengamos altura de miras, seamos altruistas y miremos por el bien común, porque la vida merece la pena ser vivida con reto y con intensidad, por el bien propio que es el de los demás también.